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Lo patentó un ingeniero francés el 5 de julio de 1946 y, al parecer, Louis Réard supo desde el principio que sería una verdadera bomba dentro del mundo de la moda y en la sociedad en general, pues aceptó la sugerencia de la bailarina del Casino de Paris, Micheline Bernardini, de llamarle bikini, como el atolón de las Islas Marshall donde los estadounidenses habían estado realizando pruebas de la bomba atómica.
La propia Micheline fue la primera en lucir este traje de baño de dos piezas y, poco después, las aspirantes a Miss Universo lo utilizaron en el concurso de 1951, pero aquel traje de baño de dos piezas generó tantas ronchas en el establisment de la época, que fue prohibido en varios países.
Sin embargo, la bella y destacada actriz Brigitte Bardot pasó por encima de los prejuicios y se fotografió en bikini durante el Festival de Cannes en 1953. Otras mujeres talentosas y transgresoras contribuyeron a convertir el pecado en moda; por ejemplo, Ava Gardner, Rita Hayworth, Marilyn Monroe o Elisabeth Taylor, Rachel Welch o Ursula Andress, la rubia del bikini blanco que nunca olvidaremos en la saga de James Bond.
Ursula Andress.
La historia de tabúes y prohibiciones alrededor del bikini es larga y tiene prominentes episodios, como la censura a varios filmes en Hollywood, bajo la presión de la Liga Nacional de la Decencia.
Lamentablemente, con menos publicidad, algunos llegan hasta nuestros días. ¿Puede creer que, a estas alturas del partido, una mujer esté obligada a bañarse con trusa enteriza porque su esposo así lo manda? ¿O se disponga a figurar en bikini porque lo manda el mercado del videoclip?
A su hora, entre las costuras de estas pequeñas piezas se tejieron signos de resistencia, empoderamiento y liberación femeninos. Cualquier extremo sería retroceso.